Copyprint - Pamplona, Navarra

Liuda L. M. L. O.

Estafa, salí casi llorando, 40 euros por imprimir algo que en cualquier otro lugar me hubieran cobrado 10 euros. Cuando me dijeron, creí que era un chiste, tuve que preguntar varias veces, para saber que hablaba en serio. Les dije que me lo tenían que haber dicho antes, seguro no lo hubiese encargado, me dice el señor gruñón que atiende que fue por la mano de obra, que la chica le había tomado su trabajo el recortar las hojas y presillarlas. Nada cuando salí vi que lo que me habían hecho estaba completamente mal, volví a que me lo arreglaran, y la chica solo se demoró 5 minutos en volver hacérmelo todo.

Mario C. B.

Voy siempre y me atienten super bien. El señor del mostrator un capo, es historiador y sabe un montón. Fui a retirar mis tarjetas y hable con él muy majo. Los demás copy's tambien super bien predispuestos. Volveré......por más tarjetas.

Daniel M. N.

Me lanzo por una ventana antes de volver a este sitio. El señor mayor de la puerta es como una momia de museo, pero con peor carácter. Tiene la amabilidad y la educación de un coprolito cretáceo fosilizado. Nunca mais!

Carmen C.

No te entregan ticket al pagar, 8 copias a color y 11 en blanco y negro: igual a 8 euros.
Resultantes de la cuenta que hace el señor de detrás del mostrador. La alegría de la huerta.

Chris D.

Pongo una estrella por que no puedo poner menos, el señor de la puerta menudo personaje de la prehistoria,solo le falta decir uca uca , la amabilidad se la pasa por las aceitunitas , y es un robo el que no tengan precio fijo, es un robo, no se puede cobrar lo que te salga de las aceitunitas dinosaurio, por qué un día te vas a comer una rica denuncia.
Si le quitan de la tienda seguro que ya sería un buen lugar

Patricia A.

Prefiero pedir un crédito y comprarme una impresora industrial antes de volver a pisar este sitio. Prefiero arrancarme la piel y hacerme la impresión en ella a tinta antes de verme en la situación de cruzar una sola palabra con el señor mayor de la puerta.

Jelboy D. N.

Mi experiencia en esta tienda fue una mezcla curiosa entre lo entrañable y lo surrealista. Por un lado, están las chicas que atienden los pedidos: un verdadero amor, siempre sonrientes, amables y dispuestas a ayudarte en todo. Si todo el personal fuera como ellas, la experiencia sería absolutamente redonda.

El problema viene cuando cruzas la puerta y lo primero que te encuentras es al señor que parece haber sido sacado de una película de humor negro. Sentado a escasos 10 centímetros de la pantalla, parece más un vigilante gruñón que parte del equipo de la tienda. Su forma de “comunicarse” se limita a gruñidos cortos y frases tan monosilábicas que podrían confundirse con un extraño código morse. De hecho, me sorprende que la pantalla no haya salido corriendo de puro agobio.

Es una lástima que esta sea la primera impresión al entrar. Mi recomendación sería cambiar de posiciones: que las chicas encantadoras ocupen la entrada para dar una bienvenida cálida, y que al señor lo pongan al fondo, donde pueda dedicarse a gruñir sin estropear el ambiente. Incluso podrían considerar un biombo para esconderlo y preservar la paz visual de los clientes.

Otro punto a mejorar es el tema de los precios. Aquí parece que el coste de los servicios depende del humor del señor gruñón al despertarse esa mañana. No hay una lista clara de precios, así que uno no sabe cuánto va a pagar hasta el momento de la verdad, lo que deja una sensación un poco incómoda y poco profesional.

En resumen, esta tienda tiene mucho potencial, sobre todo gracias a las chicas encantadoras que atienden, pero el ambiente mejora radicalmente si logran esconder al señor gruñón y aclarar el tema de los precios. ¿Volvería? Solo si voy con auriculares para ignorar los gruñidos y con el optimismo de que me toque un buen día en la “lotería del precio”.

Leyre I.

Malísima experiencia. El señor de la entrada gruñón y borde aunque le he sonreído y dado todo el rato las gracias. Las chicas también con pocas ganas de trabajar, muy bordes. Sentía que por imprimir les estaba fastidiando el día. También carísimo. Se notaba que yo no era la única cliente incómoda con el trato.